miércoles, 24 de octubre de 2012 | By: Skadhi

"Seis peces azules", de David Tejera, ganador del Premio Ateneo de Sevilla 2012

Buenos días!!

Ya estamos casi en el epicentro de la semana, con la mirada puesta en las presentaciones que están teniendo lugar esta semana en Zaragoza y con la mirada puesta en las próximas novedades que están pendientes de salir...

Hablando de novedades, hoy queremos recordar a los ganadores del Premio Ateneo de Sevilla 2012, y que saldrán a la venta el próximo 30 de octubre.

Los ganadores este año han sido David Tejera con "Seis peces azules", ganador del Premio Ateneo, y Fernando Otero con "Donde la muerte te encuentre", ganador del Premio Ateneo Joven.

Os vamos a hablar un poco de cada novela hasta que lleguen a las librerías, hay que reconocer que el argumento de cada una de ellas es muy interesante y tenemos bastante ganas de tenerlos entre nuestras manos para poder disfrutar de sus historias...

Comenzamos entonces con "Seis peces azules" de David Tejera, que no sabíamos quién era hasta que hemos visto una foto y hemos puesto cara de... "este hombre me suena!!" Y cómo no nos va a sonar!! Si es periodista de televisión, en este caso de Telecinco, aunque recordamos haberle visto en CNN y Cuatro también, presentador de noticias para si nuestra memoria no nos falla...

En "Seis peces azules", Tejera nos mete de lleno en la vida de Andreas, un traficante de piedras preciosas sin pasado que vende su mercancía en Ámsterdam a los joyeros holandeses.  Su vida transcurre entre viaje y viaje, de Holanda a la India, de la India a Siberia, de Siberia a Angola. Comparte la tela de araña con Elka, su pareja, una joven trabajadora de una tienda de té en el barrio de Jordaan que siente cómo su vida es básicamente una despedida tras otra, una ausencia tras otra, un vacío, una búsqueda. También persigue su lugar en el mundo el marinero Stéphanos, embarcado en un viejo mercante que se dirige a un cementerio de buques en el océano Índico, o Neron Staufman,
que contrata a Andreas para que encuentre un diamante muy especial en la India, o el hombre de color azul, que es incapaz de agarrar la vida con las manos. Aunque no lo sepan todos ellos están conectados de alguna forma, igual que esos misteriosos peces azules de cristal que viajan en el viejo mercante panameño Volcán Chiriquí.

Os dejamos la portada del libro, y la entrevista que le hicieron a David Tejera con motivo de la obtención del Premio Ateneo de Sevilla... si pincháis en la foto de la portada del libro, podréis acceder a las primeras páginas del libro... hay que ir calentando motores, en breve ya estará en las librerías!!






Vivimos atropellados, casi sin tiempo. Leemos poco, pero de entre todos los títulos que aparecen cada año, denos una razón para fijarnos en Seis peces azules. ¿Qué nos propone?

Venirse de viaje.

¿Qué tipo de viaje?

Un viaje por la vida. A veces iremos a la India siguiendo las huellas del diamante Jehangir, a veces estaremos a veinte grados bajo cero en Siberia, buceando en los ojos de un niño, a veces navegaremos por el océano Índico en un mercante que se cae a pedazos deseando perdernos, a veces pasearemos por los canales de Ámsterdam. Nos llenaremos de aromas lejanos. Y, sin embargo, muchas veces el viaje será hacia dentro, hacia nuestras propias entrañas. Un viaje a solas con nosotros mismos y nuestros sentimientos.

¿Es entonces un libro de aventuras?

Puede decirse que sí, pero yo prefiero decir que es un libro de búsquedas. Un libro sobre la aventura de vivir, sobre el desafío y la obligación de buscar la felicidad. Diría que Seis peces azules se asoma a otros países, a otras culturas, sí, pero sobre todo intenta sumergirse en los cimientos del ser humano. Y también viajaremos por ellos, por la Generosidad, por la Vanidad, por el Egoísmo, por la Inocencia, por la Avaricia, por la Entrega.
 
David Tejera
Habla usted de que Seis peces azules está lleno de aromas, ¿a qué huele Seis peces azules?

Huele a mar, huele a piña seca, a lima, al té que vende Elka en su tienda de Ámsterdam, pero también huele a lodo, a la mierda de los camellos y las vacas que caminan por las calles de Jaipur. Huele a triunfo y a miseria al mismo tiempo. A billetes sobados que van de mano en mano. Huele como huele el mundo, que es un sitio mucho más ancho de lo que imaginamos. 
Ha mencionado antes un diamante que persigue Andreas, el traficante de piedras. ¿Puede hablarnos de esa piedra?

¿Existe?

Por supuesto que existe. Es un diamante de 83 quilates encontrado en la India medieval. Una piedra rara y llena de misterios. Tiene grabados en una de sus caras los nombres de los tres emperadores mogoles que lo poseyeron, Jehangir, Jehan y Aurangzeb,  y fue un símbolo de poder en su época. Un poder ilimitado en lo militar, en lo terrenal y en lo espiritual encarnado en los emperadores mogoles que llegaron a someter a diferentes religiones allá por el siglo XVI. El Jehangir es un diamante en forma de lágrima tallado de una forma extraña, digamos que raramente imperfecto, lo que ha alimentado diferentes leyendas.
Andreas corre detrás de una de esas leyendas hasta una ciudad fantasma llamada Fatehpur Sikri porque supone el reto más apasionanate con el que se ha cruzado como cazador de piedras.  

¿Ha estado usted allí?

Sí. Allí es donde podría situarse el origen de esta novela. En un viaje que hice a la India en el año 2000 y en el que conocí a un joven holandés que se dedicaba precisamente al tráfico de piedras. Apenas coincidí con él un par de días en Jaipur en los que me contó algunos de sus trucos para conseguir sus gemas. Se quedó flotando como un recuerdo, pero tiempo después decidí que quería inventarme una vida para él. Tiene gracia porque esté donde esté seguro que ni se imagina que aquel encuentro se convirtió en el centro de una novela.
El cerebro es mágico.

Sitúa usted a ese traficante en el centro de la novela. Pero también están Elka, el Hombre Azul, Stéphanos, el señor Staufman…

De hecho Andreas es solo el centro de una tela de araña tejida con esos personajes y algunos más, que surgen, se cruzan, desaparecen.
Y aunque empezó siendo una historia digamos de protagonista, todos ellos fueron ganando más fuerza y más terreno a medida que avanzaban las páginas. Creo que es porque de alguna manera necesitaba reflejar que cada cual tiene sus tesoros. Y que tan apasionante puede resultar la vida de ese cazador de piedras que vive de país en país como la del que busca su recompensa de una forma más sencilla.
Todos ellos, Elka, Stéphanos, el Hombre Azul, son aventureros a su modo.

¿Y cuál es esa recompensa?

Pienso que el tesoro mayor de todos: la felicidad. El problema es que muchas veces creemos que caminamos en la dirección correcta para dar con ella y tropezamos. Pero no hay otro norte, el que nos mueve a todos es encontrar la forma de ser felices, incluso en tiempos como estos.
 
¿Cómo la persiguen los personajes de Seis peces azules?

Andreas es un soñador que se desafía a sí mismo con retos imposibles. Eso es lo que le hace feliz, lo imposible. La felicidad que persigue Elka, que trabaja como dependienta en una tienda de té, es más cercana, más real. Una felicidad más cotidiana y sin embargo llena de desafíos, el primero de ellos conseguir que la quieran. La felicidad de Stéphanos, el marinero griego, consiste en sacarse de dentro los miedos que ha acumulado navegando en el pasado. Al Hombre Azul le basta con recuperarse a sí mismo y saber quién es en realidad, eso le haría feliz. La felicidad de Staufman es muy de nuestros días, necesita una engañosa felicidad material, necesita el éxito y que los que han «triunfado» le acepten como uno de los suyos. Necesita sentir que no forma parte del grupo sino que es un elegido. Todos van detrás de aquello que piensan que les puede hacer felices. Les pasa a ellos y a todos los personajes que transcurren por la novela.

¿Y qué pintan esos seis peces azules de los que habla el título y que aparecen por primera vez a bordo de un mercante?

Sí, es un mercante que una tripulación desesperada dirige a un cementerio de barcos en la costa este de África. Esos peces de cristal forman parte del equipaje de uno de los marineros, Stéphanos. Los peces de cristal son un objeto que aparece y desaparece a lo largo de todas las tramas del libro. Pero también es el símbolo que conecta los destinos de todos los personajes. Una forma de explicar que nuestra vida está unida a la de otras personas y que también oscila de lado a lado cuando los demás se mueven. Incluso se pueden desplomar cuando aquellos a los que queremos se desploman. Igual de frágil que los equilibrios que nos rodean. Un gesto, un detalle, un secreto, una ambición… es capaz de provocar un terremoto en la vida de otros. 
Nos llama la atención que usted dedica el libro a su familia, pero también a aquellos, dice, que «se atreven a pensar por sí mismos y a los que resisten en medio de este festín de parásitos».

¿Por qué?

Porque es fácil jugar con la conciencia de la gente. Porque es fácil generar miedo y estados de opinión. Porque es fácil acomodarse y dejar que a uno lo convenzan de todo, sea cierto o falso. Y en esta manipulación permanente, en este engaño masivo, tienen mucho mérito los que escuchan pero se atreven a pensar un poco más allá y son capaces de preguntarse por qué me cuentan esto y por qué me lo cuentan así. Me parece que esas personas valen la pena. Y en cuanto a los que resisten a los parásitos... Es que hay mucho parásito suelto. Muchos que chupan del esfuerzo diario de los demás. Son dañinos. Parásitos que nos roban nuestras ilusiones, el presente y el futuro de nuestros hijos.

¿Y quienes son esos parásitos?

Para empezar los que se sientan aludidos. Pero coja papel y lápiz, encienda la televisión y vaya apuntando los nombres de todos aquellos y aquellas que viven del dinero y esfuerzo de los demás sin ser dignos de ello. Le saldrá una buena lista. Otro día le doy mis nombres y nos echamos unas risas. Seguramente coincidiríamos en casi todos.

Pero usted es periodista. Parece que tuviera un conflicto entre ser periodista y escritor. Parece que fuese una cosa para escapar de la otra.

No hay conflicto, porque antes que periodista y escritor soy persona.
Creo, eso sí, que mi profesión es cómplice de muchas cosas, de silenciar, de no denunciar, de no contar, de justificar lo injustificable, de contar al revés, de venderse muchas veces al mejor postor. Y sin embargo también creo que es imprescindible para despertar conciencias. Aunque pienso que eso hoy en día se hace más desde internet y desde la redes sociales que desde los medios tradicionales.

¿Por eso escribe?

No, escribo por algo mucho más sencillo. Me encanta cómo suenan las palabras. Me gusta su fuerza y cómo provocan emociones, pero sobre todo me conmueve cómo suenan. El milagro se hace completo cuando alguien lee tus palabras... y le gusta cómo suenan. Ojalá ocurra con Seis peces azules. 

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